Valsaín: naturaleza, historia y arte. Agustín del Pino
Acabo de pasar unas semanas en Valsaín (Segovia), buscando una alternativa al, para mí rutinario en décadas, veraneo en la playa. Y a fe de que no me arrepiento. Ha sido una gratificante experiencia vivir a pie de pinares, robledos, y del famoso río Eresma para quienes por los lejanos 60 hacíamos las Milicias Universitarias en aquél entorno. Y, por supuesto, rodeado de caballos, vacas, ovejas y cabras. Puro escenario rural. La oferta de posibilidades es variada. Unas veces, subías río arriba entre un bosque de pinos y helechos camino de los parajes Los Asientos y, especialmente, la Boca del Asno. Te encontrabas con un pequeño viaducto –de base romana y moderna canaleta de madera-, o con el puente recio de Navalcarretas, o con los sillares de las llamadas Pesquerías construidas por Carlos III para facilitar su acceso al río a llenar su bolsa de truchas. Otro día, se puede visitar el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM). Entre otras cosas, exhiben dos enormes maquetas del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y del que fue el Palacio Real de Valsaín (antigua Casa del Bosque), erigido por Enrique III en el siglo XIV, impulsado por Felipe II, y destruido por un incendio en el XVII. Como su reconstrucción se antojó muy costosa se eligió San Ildefonso como nuevo Real Sitio. El entorno artístico e histórico de la zona invita a alternar la inmersión en parajes boscosos con la visita o revisita al Palacio de la Granja, sus fuentes – el día 25 de julio hicieron correr dos de ellas- , al Palacio de Riofrío, al Santo Cristo del Robledo enclavado en el Llano Amarillo donde hacíamos la instrucción en orden cerrado, oíamos misa, juramos bandera y recibimos nuestros despachos de Alférez. Y por qué resistirte a acercarte a la capital, Segovia, a 12 km. de Valsaín, y volver a visitar sus joyas arquitectónicas o descubrir un monumento sorprendente por su belleza, e incomprensiblemente menos conocido, como el Monasterio de San Antonio el Real, de las clarisas, fundado por Enrique IV en el s. XV y en el que, junto a frescos, imágenes y salas conventuales, exhibe una auténtica variedad de artesonados de inspiración mozárabe de una belleza espectacular.
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