Asociación de Veteranos de Dragados

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 TERTULIA NUESTRO MUNDO - NM55 NUEVO LEMA DEL FUTURO - PARTE II/II

Categoría: El hombre y su tiempo
Fecha: 25/09/2019

NUEVO LEMA DE FUTURO. Abel Yebra

           ¿Para qué un “nuevo lema de futuro”? Pienso que es interesante meterse en este asunto -decidido en la última reunión- para buscar alguna claridad y quizá alguna orientación en esta sociedad convulsa en la que nos ha tocado vivir. Ciertamente, es un ejercicio peripatético, como aquellos de Aristóteles; pero pensar siempre ha sido provechoso. Por las obras de nuestro Dragados de entonces podíamos ver este lema de Seguridad: “primero piensa; luego, actúa”. Algún fruto supongo que cosechó. Hoy, en nuestra sociedad, vemos que se actúa sobre la marcha, a la brava, a plazo inmediato, sin tener en cuenta una consideración global, general o de estado que garantice un futuro estable. Ha tomado carta de naturaleza el valor de lo joven. Las nuevas técnicas hacen posible que un niño alcance de inmediato fama internacional. Y esto no me parece mal; pero lleva adjunta la impronta de la inmadurez. Y ya no se valora la experiencia, ni el “consejo de ancianos”, lo que en Grecia llamaban “presbiterado”. Un consejo consultivo, pero escuchado con respeto. (Este podría ser el papel del senado). Por todo esto pienso que hace falta sacar a la luz lemas nuevos, que nos aclaren y nos orienten.

           He leído con interés y gozo las reflexiones de Raúl Celestino, de Germán Labrador y de Carlos París. Ellas me han estimulado a seguir dándole vueltas a este tema que me parece abierto y tentador. Y quiero centrarme en un lema útil para mí, como integrante de esta sociedad¸ y si caso, que pudiera ser aceptado por muchos. En cuanto a un lema para nuestra España, a mí me sigue sonando bien aquello de Una, Grande y Libre. Aunque, pensando en el momento actual, me parece perfecta la que propone Carlos París.

           Claro que nos hace falta a todos un baño de cuerpo entero en el río de los principios morales. Y de modo especial, a los que están en puestos de responsabilidad, llámense padres, jefes o políticos. El buen ejemplo del que está arriba cae como un maná sobre los de abajo. Y el mal ejemplo es como una lluvia ácida que lo corrompe todo. El buen ejemplo del que está en posiciones de mando debería ser un estricto deber moral exigible. Y esto, unido al espíritu de servicio. Pero esto suena a chino, sobre todo en nuestros ámbitos políticos actuales. Por eso un buen lema podría ser, como propone Germán, “actúa con ética”. Ética o moral, que al fin se reducen a lo mismo, pues ambas palabras tienen un origen similar: ética, del griego “ethos”, que significa costumbre; y moral, del término latino “mos-moris”, que también significa costumbre. Por eso se utilizan con frecuencia como sinónimos. 

            He de confesar que a mí aquel lema de la Revolución francesa vociferada por la multitud en la Toma de la Bastilla me resulta escalofriante. Sobre todo por sus inmediatas consecuencias de guillotinas. Después, el propio Robespierre probaría lo que es morir bajo su filo. Un espanto. Y esto a mí me arranca más preguntas que respuestas. ¿Es lícito que se mate a un solo hombre? ¿Cómo se justifica? ¿Es lícita una revolución que siega vidas? ¿Es lícita una guerra? ¿Es suficiente justificación el bien común? ¿Dónde está el límite?

           Verdad es que el hombre de hoy no ha llegado todavía a conseguir las cuotas de libertad, de igualdad y de fraternidad que una sociedad justa requiere. Y es verdad que hay en nuestro mundo grandes bloques de seres humanos a quienes no han llegado estos tres derechos. Pero quizá el planteamiento de estos tres requisitos necesite un análisis más detallado. Veamos.

           El lema de la revolución francesa “Libertad, igualdad y fraternidad” tuvo en su momento los efectos sociales buscados: la sublevación del pueblo. Impulsó un cambio en muchas cosas. Algunas, a mejor. Otras, por utópicas, no pudieron alcanzarse. Pero sus métodos, aunque explicables por la situación, fueron inadecuados, desorbitados e injustificables. Un asesinato, nunca puede ser justo.

           Por otra parte, la razón –como la verdad- no radica en el número de personas que admite o defiende una cuestión. Acordémonos de Galileo y el geocentrismo. Y esto, a mi parecer, es un enorme agujero negro en el meollo de las democracias. La mayoría no siempre ostenta la mejor opción. Pero, ¿cómo resolver esto? Dentro del respeto a las personas, hay que diferenciar entre personas preparadas, que tienen conocimientos, y los ignorantes. Y exigir un mínimo de formación a personas que opten a la “cosa pública”. En esto reconozco que soy un tanto orteguiano. O si se quiere, platónico (el gobierno de los mejores). Si admitiéramos esto, no habría tanto patán en la política. No todo el mundo vale para todo. También reconozco que este asunto es complejo y no puede despacharse a la ligera.

           Este lema “Libertad, igualdad y fraternidad” es utópico y contradictorio en sus propios términos. Si buscamos la libertad, tendremos que darnos permiso para seguir nuestro propio camino individual, y por tanto, para ser diferentes. Y aquí, ¿dónde queda la igualdad? La libertad implica apertura, huir de la esclavitud, de la esclavitud de cualquier tipo. La libertad es un escape hacia la liberación; abre las vías para un desarrollo individual, que se cualifica por las diferencias, no por las igualdades. ¿Existe mayor esclavitud que la igualdad impuesta? La igualdad es una fábrica de hombres-masa, en términos de Ortega. La igualdad es, además, un aburrimiento. Ni en la naturaleza se da. Una flor es bella porque es diferente. Ni el inmenso mar es igual, ni los cielos, ni los desiertos. Los pintores han sabido captar magistralmente estas diferencias.

           Otra cosa es que acotemos el término “igualdad”, reduciéndolo a los derechos y deberes generales y fundamentales, los que son debidos a la persona como tal, como son el derecho a la vida, a la igualdad de oportunidades, etc. Los que cita nuestra Constitución. Pero cada derecho lleva consigo un deber. El derecho a la vida implica el respeto a la vida; a la propia y a la de los demás. Esto nos llevaría a otras consideraciones: el “nasciturus”, el aborto, la muerte inducida, el suicidio, etc. Pero no nos desviemos.

           El concepto de libertad es sumamente complejo. Ya el vocablo latino “libert” -del cual deriva libre- se refiere al joven que, alcanzada la edad de procrear, se incorporaba a la comunidad como hombre capaz de asumir responsabilidades. Éstas ponían límites a su libertad. Por tanto, ya desde antiguo, la libertad apuntaba hacia dos direcciones: una, la de poder hacer, y otra, la de una limitación a ese poder. Por eso, la libertad va siempre unida al deber, que es su límite. Esto se subraya en el Derecho Romano, ese que permanece incrustado y vivo en nuestras normas legales hasta el punto de que constituye una asignatura troncal en nuestra carrera de derecho. Por eso mismo, la libertad total es una entelequia, una abstracción, algo irreal. Y, en cierto modo, un engaño, pues su ejercicio está plagado de límites.

           Por último, la fraternidad busca el buen entendimiento entre personas. El “vamos a llevarnos bien” tiene como máximo objetivo el llevarnos como hermanos. ¡Como hermanos! ¡Ahí es nada! Como no se arrimen a este objetivo las ascuas de la religión, difícilmente podrá alcanzarse esta hermandad civil. Porque históricamente, la fraternidad no se ha alcanzado nunca, ni como individuos ni como pueblos. El hombre no se ha despejado jamás de su piel de lobo. Razón tenía Hobbes: Homo homini lupus. Por eso la historia del hombre se reduce a una cadena de guerras sin fin. Y ahí seguimos hoy. Guerras sangrientas en muchas zonas del globo; y guerras incruentas en el resto. No hay más que ver la fiereza con que cada país defiende sus intereses; a nivel global, entre los grandes países. Incluso en la llamada “Unión Europea”, que se tiene como el sumun de la civilización, al final, cada uno de sus componentes lucha denodadamente para arrimar el ascua a su sardina. Nada de fraternidad. Y no digamos la persistente lucha de los “hombres del sur” por remediar su pobreza entre los “hombres ricos del norte”. ¿Dónde está aquí la fraternidad? ¿Dónde la fraternidad en todo tipo de emigración?

           Ni siquiera se ve un gramo de solidaridad. En la práctica, cada país se aferra a su hueso de bienestar, sin compartirlo con nadie. Todo lo demás son intereses, o de dominio o económicos. En último caso, contratamos a los emigrantes para que realicen los trabajos que nosotros no queremos hacer.

           En este panorama tan endemoniado, florecen excepciones de alguna gente comprometida, muchos llevados por su vocación religiosa, y otros guiados por principios filantrópicos. Dedican su vida al servicio de los demás. Son, estadísticamente, pocos.

           Ante todo esto, el lema que yo propondría como más necesario en nuestra sociedad sería: RESPETA Y APRENDE. Respeta a las personas, a los animales, a las plantas y al mundo físico. Este respeto presupone que quien tiene poder ofrezca oportunidades y medios.

           Y aprende activamente. Ponte las pilas. No esperes a que te lo den todo hecho. No te aferres a vivir subvencionado. Aprende de los errores. Los dos términos –respeta y aprende- son deberes. Hoy se habla en todos los medios, constantemente y casi con exclusividad, de derechos: derechos del niño, derechos del anciano, derechos de las mujeres, derechos de los taxistas, derechos de los obreros, derechos del jubilado… Hora es ya de que hablemos de deberes.

NUEVO LEMA. Fernando Ortiz

Empiezo esta reflexión intentando definirme el asunto sobre el que tratamos: Nuevo Lema. No creo que nuevo necesite definición, aunque cabe decir que nuevo ya implica futuro, por lo que nuevo lema de futuro puede ser redundante. Otro es el caso de lema. Según la R.A.E., lema es “Norma que regula o parece regular la conducta de alguien” (1). Me encanta lo de “regula o parece regular” que, en su ambigüedad por tratar sobre conducta, nos da una buena pista. Interpreto que en nuestro contexto “alguien” es una nación o toda la Humanidad, pues un lema debe tener un valor colectivo, incompatible con un intento de regular conductas individuales.  Para regular conductas individuales tenemos las leyes si son incorrectas y premios y reconocimientos (más o menos) si son ejemplares, y los diez mandamientos y otros (insisto al tratar la FRATERNIDAD, más abajo).

Me quedo con la Humanidad, pues supongo que incluso un lema nacional aspira a ser válido para todos. Además, con este colectivo considero que debe tratarse de la conducta política, en el sentido de conducta relacional.

Ya llegamos: buscamos unas pocas palabras que regulen o intenten regular la conducta de la Humanidad, o sea de los seres humanos.

Sobre la conducta colectiva de los seres humanos pienso como los Padres Fundadores de los Estados Unidos que, doce años antes de la Revolución francesa, proclamaron su constitución, que se basa en una consideración pesimista sobre la naturaleza humana y su comportamiento político, que yo comparto y creo demuestra la Historia. La idea es que cualquier persona o grupo que posea el poder al cabo del tiempo lo usará mal. La consecuencia es que, como no hay más remedio que darle el poder a alguien, lo dividen en tres (legislativo, ejecutivo y judicial) para que se vigilen unos a otros, limitándose, y se reservan el derecho de cambiarlos de tiempo en tiempo (elecciones).

Todo este exordio me sirve para deducir que debido a la naturaleza humana, nada de lo que como sociedad hemos conseguido está seguro, y que hay y habrá tendencias que intenten que la sociedad retroceda en lugar de avanzar. En el siglo XX tuvimos un par de ejemplos importantes de retroceso, uno al menos de los cuales sobrevive, y en la actualidad tenemos el fundamentalismo islámico que como paso atrás tampoco está mal. Si seguimos pensando que el progreso es lineal e irreversible, preguntemos a los ciudadanos del Imperio Romano, si encontramos alguno,

Por lo tanto, un nuevo lema debe citar los valores fundamentales e intemporales de la conducta (política) humana que puedan ser conseguidos por medios políticos: leyes y justicia (y ejemplaridad, pero en ésta tengo poca esperanza).

Para mí el primero de estos valores, repito fundamentales e intemporales, sigue siendo la LIBERTAD. Aunque esta libertad es y tiene que ser limitada por la libertad de los otros, sin libertad el ser humano no puede ejercer sus derechos. En el fondo, si una persona no es libre deja de ser persona.

Me sigue gustando la IGUALDAD, aunque este sustantivo no vale sin complementos, pues la igualdad entre los seres humanos es imposible, no somos ni seremos iguales por mucho que lo intentemos. Creo que un buen complemento es “de oportunidades”. Las sociedades funcionan mejor cuando cada uno puede utilizar sus cualidades y esforzarse por mejorar. Pero todos debemos tener las mismas (parecidas al menos) oportunidades, porque lo contrario además de injusto no es funcional, pues llevará a muchos a desistir en sus intentos por mejorar. Otro complemento necesario es “ante la ley”, pues si la ley o su aplicación discrimina en función de las personas a las que se aplica no es posible la igualdad. Hay otros complementos, como “de derechos” …

Tanto en LIBERTAD como en IGUALDAD soy poco original, lo que celebro (2)

Me permito una crítica al clásico FRATERNIDAD. Me suena al artículo 6 (Cap. II) de nuestra constitución de 1812: “una de las principales obligaciones de todos los españoles …el ser justos y benéficos”. La política no puede tener como objetivo modificar la ética de las personas, y cuando lo intenta es con intenciones perversas o por ignorancia, que puede ser peor (2). Pero falta algo en el mundo que queremos conseguir de hombres libres e iguales (con apellidos esto último), pues precisamente porque no somos iguales, por naturaleza o condiciones sociales, unos tienen ventaja sobre otros. La solución no es imponer una igualdad hacia abajo, que lleva al desistimiento de los más dotados y al empobrecimiento general, si no ayudar a los menos dotados o con peores condiciones de partida para que alcancen sus metas máximas. Si se esfuerzan, claro, pues si no, estamos en un asunto de asistencia para evitar la exclusión social. Creo que hablamos de SOLIDARIDAD, aunque esta palabra no me gusta mucho por su referencia a la moral individual. Hay otra, SOLIDARISMO, menos usada pero que refleja mejor el concepto político y no individual que busco, aunque el concepto básico es el mismo.

Y vale. En un mundo en que lleguemos o nos acerquemos a una sociedad con LIBERTAD, IGUALDAD y SOLIDARISMO valdría la pena vivir. Como personas aspiramos a una sociedad con otras muchas virtudes, pero me temo que, dada la naturaleza humana, ese reino no es de este mundo.

(1) En su tercera acepción

(2) La Declaración de los Derechos del Hombre del 26/06/1789, artículo primero: «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos»

(3) Creo que un ignorante con buenas intenciones puede ser un arma de destrucción masiva, “De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno», dice nuestro refranero.

 

NUEVO LEMA DE FUTURO. De E. Cabellos

A lo largo de la historia el ser humano ha querido expresar su utopía y ligarla a un mensaje de futuro que sea convertido en ideal o idea fuerza que sustente un cierto momento histórico. Ello se ve ya en el imperio romano, pero hay un momento histórico, la Revolución Francesa, en donde ese lema tiene la fortuna de ser exportado a toda Europa como modelo y proclamación de un objetivo nacional.

Hay que reconocer que Francia siempre ha sabido venderse, en política como líder adelantado a su tiempo (la “Grandeur” de De Gaulle), en cultura convirtiendo a Paris como la meca de toda la intelectualidad, en su “savoir faire”, su modelo de vida, el vino, sus quesos, su moda, lo “chic”, etc.

Su “Liberté, Egalité, Fraternité” nace en el primer momento de su convulsión revolucionaria como una idea imposible de sus “enrragés” (los indignados), que quiere conferir, en sus años más convulsos de la guillotina, un marchamo de una utopía, que pronto se rompe con el consulado de Napoleón, que implanta un imperio tan dogmático, incontestable y terrible que retrasa su democracia casi un siglo, hasta que en 1870 toman cuerpo unas repúblicas vacilantes, hasta que De Gaulle consigue una estabilidad en la V República. No se puede presumir de un golpe de estado que paralizó lo que pretendía promover.

Pero su lema se convirtió en el eslogan político más popular del mundo, sin plantearse su sentido ni su adecuación. Tanto es así que cuando en España, en pleno s. XX se levanta un monumento a Castelar se le corona con el trinomio, lema de la revolución francesa.

Ya avanzado el s. XXI vemos que periodistas, tuiteros, personas de cultura e insignes correveidiles, trufan sus argumentos con el dichoso lema, como si fuese el gran mito español, o una enseña hacia dónde dirigirnos como estrella de Belén.

Hoy en nuestra España no parece lógico proclamar la Libertad como una utopía o faro guía. Cada día vemos pronunciamientos en el ara de la libertad, que son puras agresiones a la paz, al consenso o a la dignidad humana. Nos hemos pasado de frenada y estamos ante el exabrupto y la agresión personal. La libertad se basa en una serie de reglas y leyes que debemos considerar el campo de nuestro existir. Sin reglas no existe la libertad. La única libertad total es la de pensamiento, que no es gratuita, e incluso ella cuesta el precio de conocerse a si mismo y de asumir nuestras limitaciones y nuestras contradicciones.

Como dice Abel cualquier libertad está ligada a obligaciones. Deberíamos repasar el Derecho Romano y la Constitución USA.

Lo de Igualdad solo lo entendemos como derecho y nunca como obligación responsable hacia los demás. Nunca jamás existió una sociedad de iguales. Pero hemos implantado un igualitarismo en la Educación, con bachillerato de cuatro asignaturas suspensas, con una universidad masificada, endogámica y ombliguista que no prepara para ser útil a la sociedad, y se cierra la formación profesional, base de las mejores economías europeas, porque el igualitarismo no ve bien esa rebaja social. No entendemos que la igualdad es la de derechos ante la ley y de oportunidades. Luego el esfuerzo y el mérito marcará las diferencias y creará un tejido social amplio, diverso y capaz de respuestas varias.

La Fraternidad es un término con raíces en la Ilustración del XVIII, en el momento del mayor desarrollo de la masonería y su denominación de hermanos. Es concepto de polisemia compleja, que a inicios del s. XX se transforma en solidaridad que aparece unida a los primeros sindicatos obreros basados en “solidaridad obrera” y es recogida en doctrinas socialistas ymaxistas, e incluso en muy diversas publicaciones del ideario comunista de tal nombre. Tiene sus raíces antiguas en el derecho romano como unión sólida, y de la jurisprudencia como obligación “in solidus” o mancomunada en lo contractual. La Fraternidad del latín frater – tris = hermano, nace más ligado a la caridad o amor fraterno, menos ambicioso que el amor caritativo del prójimo que lo necesita.

Fraternidad, Solidaridad, Caridad, son términos sinónimos que las ideologías han perturbado. El “caritas – tis” latino es amor, amor a los demás, equivale a “amor al prójimo” (al próximo) de Jesús. Seis siglos antes Buda, Confucio y Lao-Tse ya habían marcado, con expresiones muy similares, la ayuda al prójimo como un elemento clave de la sociedad. Luego los 3 conceptos se han desfigurado. La caridad la dejan reducida a la limosna sin más. La solidaridad ha sido asumida por la izquierda como algo estatal prescindiendo de la voluntad individual. La fraternidad francesa la quiere monopolizar la masonería, mientras el lema francés se queda en 3 conceptos muy utópicos poco reales en la sociedad actual. Hoy se podría sustituir por el concepto de Generosidad, como un impulso individual que afecta a la relación total con todo el universo. Generosidad en la familia, la sociedad en general, el medio que nos rodea, y no expresada solo en limosna o donativo, sino en un sentido más amplio de apoyo, ánimo, colaboración, empatía, aproximación a las ideas del otro para comprenderle y estimular sus logros.

Como señala Raúl el lema francés fue fruto de unas circunstancias muy concretas y muy diferentes del mundo actual. Ligadas al Ancien Regime y a errores económicos, como los “asignados” que crearon pánico e indignación. Casi todas las revoluciones han tenido una base económica con errores políticos, desde los enfrentamientos atenienses con las políticas de un sabio manipulador como Pericles que no siguió la noble senda de su antecesor Solón, la revolución de los Gracos y etc, etc.        

Como la mayoría de países, universidades, RAE, club de fútbol o empresas, en España tenemos un lema que figura en nuestro escudo. “Plus Ultra”. Con honda raigambre griega de las columnas de Hércules, como divisa latina, como el descubrimiento de nuevas tierras y la vuelta al mundo. El lema es bello y muy válido hoy como impulso hacia una mejor forma de Convivencia y de avance al futuro. Pero desgraciadamente, para algunos, todos los símbolos que vienen del pasado están preñados de enfrentamientos.

Nuestra generación conoció un país mucho más austero, que entró en un desarrollo sostenido hasta la crisis del petróleo de los 70. Y ello lo vimos en los que nos rodeaban, padres, amigos, educadores, jefes y compañeros. La sociedad nos transmitía algo inaprensible: el valor del ejemplo. La educación comienza con lo que el niño ve en derredor, y no hablo de enseñanza, sino de algo más profundo que se asimila de forma insensible a través de cómo es el mundo con el que empezamos a enfrentarnos. El Ejemplo está en la más profunda raíz del comportamiento futuro.

Entreverados en estas cavilaciones me van surgiendo palabras clave de vital importancia para nuestro futuro y para nuestros hijos y nietos.

EJEMPLO, EDUCACIÓN, GENEROSIDAD (tal vez SERVICIO), CONVIVENCIA (ser más razonable).

Todo ello queda perfectamente integrado dentro del lema del escudo. Tiene el sabor de no reclamar nada, sino de ofrecer una vía basada en comportamientos, que siempre exigirán un esfuerzo, lo que podríamos considerar obligaciones voluntarias.

“Plus Ultra”: Ejemplo + Educación + Generosidad + Convivencia.

Si lo prefieres, quito el Plus Ultra.

 

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