Asociación de Veteranos de Dragados

 Es fácil captar el ambiente social cuando te interesas un poco por ello, y más si interrelacionas con la gente entre la que te mueves por nuevos ambientes, cual es el caso que propician los días de vacaciones.  Valgan un par de experiencias.

Es ilustrativo comprobar cómo en territorios en el que las autoridades exigen hablar catalán -desde los médicos hasta los barrenderos - que nadie por la calle, ni los camareros, ni los taxistas, ni los dependientes de las tiendas hablen espontáneamente ese idioma. (Y estarían en su derecho de hacerlo si quisieran, es decir, libremente, sin imposiciones).

Es gratificante comprobar cómo hasta en los deportes la gente corriente (clase a la que con orgullo pertenezco) se sienten partícipes de la cultura de a pie de calle que se respira desde   Santander hasta Cádiz, o desde Zamora hasta Alicante, un suponer.  Mire usted, en lo del fútbol yo soy primero del Ibiza y luego un acérrimo del Real Madrid. Tengo una foto con Florentino al salir del Bernabéu- me dice un taxista de la isla que  me enseñó al final del trayecto con orgullo.

Y esta otra vivencia tampoco está nada mal como reflejo de lo que piensa la gente corriente en un ambiente en el que oficialmente sus nativos debieran hacerlo con mentalidad excluyente ante un forastero nacional.  Comida ligera en un chiringuito en la playa ibicenca de Talamanca, antes de enfilar el camino del aeropuerto.  Al pagar, la camarera -un encanto de mujer- nos preguntó que en dónde vivíamos. En Madrid, fue la respuesta. Qué suerte. No sabe lo que me gusta Madrid aunque yo sea de Barcelona. Y a mí también me encanta Barcelona – contesté, porque así lo siento, no por cortesía. Y apostilló ella:  no hay que hacer caso a los políticos. Los sentimientos de los ciudadanos van por otro lado, tenemos un país precioso de gente maravillosa. Y así es amiga.  Y a los que intenten dividirnos, ni caso.