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 TERTULIA DE ARTE - A20 - GRUPO “EL PASO”

Categoría: Historia
Fecha: 05/12/2018

GRUPO “EL PASO”. SINOPSIS. Enrique Cabellos.

Grupo EL PASO: 1957 - 1960.  Toma como Símbolo un rasgo de Anio Saura basado en una obra de Pablo Serrano. Nombre y denominación surge de una foto de señal de tráfico 'Prohibido El Paso'                            

Denominador Común: Tradición de Goya. Expresividad agresiva e intensa; Reducción del color al mínimo.  Poética de compromiso. Ruptura.                                                    

Rafael Canogar: Gestualidad expresiva, estallidos en negro, con algún personaje negro

Luis Feito: Nebulosas de cierto geometrismo con golpes intensos de color

Antonio Saura: Monocromatismo, gestualidad dura, y rastros de rostros

Juana Francés: Condensaciones abstractas con sugerencias figurativas                                               

Pablo Serrano, escultor: Hierros entre masivos y expansivos, con querencias de Giacometti

Manolo Millares: Patética de las arpilleras, en negro con toques de rojo dramático                                 

Martín Chirino: Espirales y formas etéreas ascendentes

Manuel Rivera: Rejillas metálicas que matizan las luces                                                   

Manuel Viola: Explosiones centrífugas con sugerencias de formas de color

Antonio Suárez: Formas oníricas y voluptuosas con colorido potente y expresionista. El más evolucionado

Antonio Fdez Alba, arquitecto: Simplicidad y austeridad de líneas y volúmenes  

De Wiki.

El Paso es un colectivo de artistas fundado en febrero de 1957 en Madrid, siendo el grupo de mayor relevancia en la configuración y definición de la vanguardia española de posguerra.

El Grupo El Paso desempeñó un papel fundamental en el proceso de normalización de una vanguardia, desorientada y dispersa desde la Guerra Civil. Presenta una significación singular por la procedencia dispar de sus miembros, su coherencia plástica, a pesar de la fuerte individualidad de cada uno, y a su ideología comprometida y radical

Integrantes. Los integrantes de El Paso en el momento de la firma del manifiesto y en sus primeras exposiciones como colectivo fueron los pintores Rafael Canogar, Luis Feito, Juana Francés, Manolo Millares, Manuel Rivera, Antonio Suárez, Antonio Saura y el escultor Pablo Serrano. Junto a estos artistas formaron parte del grupo los críticos de arte José Ayllón y Manolo Conde. En el año 1958 se incorporan los artistas Martín Chirino y Manuel Viola. También se incluye al arquitecto Antonio Fernández Alba.

Manolo Millares había nacido en Las Palmas de Gran Canaria, Antonio Saura en Huesca, Rafael Canogar en Toledo, Pablo Serrano en Crivillén (Teruel), Manuel Rivera en Granada, Antonio Suárez en Gijón (Asturias), Juana Francés en Alicante, Manuel Viola en Zaragoza y el crítico José Ayllón en Tarragona. Solamente eran de Madrid Luis Feito y Manolo Conde. Se produce así una confluencia en la que hemos visto un paralelismo con la procedencia dispar y su encuentro en Madrid de los componentes de la llamada Generación del 98.

Manifiesto. En marzo de 1957 se publicó el manifiesto de El Paso redactado por José Ayllón y con el símbolo del grupo realizado por Antonio Saura basándose en una obra de Pablo Serrano. En abril de ese mismo año se inauguraba la primera exposición del grupo en la Librería-Galería Buchholz de Madrid.

Una fotografía de Manolo Millares, reproducida en diversas ocasiones, en la que el pintor aparece junto a un deteriorado cartel en el que se lee «PROHIBIDO EL PASO», es un testimonio preciso de esta actitud a contracorriente. En el manifiesto de El Paso (1957), se afirmaba: «Creemos que nuestro arte no será válido mientras no contenga una inquietud coincidente con los signos de la época, realizando una apasionada toma de contacto con las más renovadoras corrientes artísticas. Vamos hacia una plástica revolucionaria —en la que estén presentes nuestra tradición dramática y nuestra directa expresión— que responda históricamente a una actividad universal».

El grupo terminó en 1960 con una exposición en la Galería L'Attico de Roma.

Características

Los artistas de El Paso iniciaron su formación en un ambiente artístico en el que la modernidad se abría paso de una forma precaria. Puede decirse que el arte de los miembros del grupo, al igual que otros artistas de vanguardia de entonces, no se correspondía con las condiciones reales del país. Su actividad tendió un puente, un paso, entre una modernidad invertebrada y una vanguardia radical. Para ello, al igual que para otros pintores que vivieron la aventura del Informalismo y construyeron la poética del Arte, fue decisivo el conocimiento de las realizaciones de la vanguardia abstracta. La vanguardia que tenía su centro y capital en París y el Expresionismo Abstracto norteamericano fueron los puntos de referencia con un nuevo lenguaje que inmediatamente asimilaron e hicieron propio. Los artistas de El Paso realizaron un arte en el que existen varios componentes que forman parte de un denominador común: la primacía de una expresividad agresiva e intensa; la reducción intencionada del color a unos límites mínimos para su existencia y, por último, a través de ello, el convencimiento en una poética artística del compromiso.

Uno de los aspectos que definen la dimensión plástica de El Paso fue precisamente su preocupación y actitud crítica ante la realidad y su compromiso con una situación histórica. La vanguardia significaba rebeldía, ruptura. El compromiso con la realidad del momento suponía una misma actitud de lucha y negación de lo establecido que los miembros de El Paso identificaron con su práctica artística.

Una tradición dramática que tiene su referencia en la expresividad y agresividad radical de la pintura final de Goya. El monocromatismo y la gestualidad de Saura, los hierros encontrados y soldados herencia del dadaísmo más radical de Pablo Serrano, las condensaciones de materia de Feito, Suárez y Juana Francés, la desgarrada angustia, existencial y patética de las arpilleras de Millares, las telas metálicas de Rivera, los nocturnos, ausentes de color, de Viola, las espirales de Chirino y la gestualidad expresiva y palpitante de Rafael Canogar, inciden en una idea esencial: el valor plástico y agresivo de la tradición española y su recuperación para una vanguardia universal. El Paso fue un paso imprescindible en la afirmación de la vanguardia y en la consolidación de la modernidad artística e histórica de España.

 

GRUPO EL PASO. UNA TARDE EN EL ESTUDIO DE ANTONIO SAURA. Abel Yebra.

Cuenca es una ciudad de ensueño. Su parte alta cabalga a lomos de un macizo roquedo aupado por el curso de dos ríos, el Júcar y el Huécar.Dicen que los pueblos bañados por dos ríos tienen un aura especial. En Cuenca es evidente. No pudo escoger otro sitio más singular Antonio Saura para instalar su estudio de pintor. Allí el propio paisaje es, por fuerza, -como el propio pintor-, surrealista.

La vida me deparó entonces la suerte de pasar una tarde de otoño de 1957 en el estudio de Antonio Saura. Si el otoño es hermoso en cualquier parte, en Cuenca es para el éxtasis. Un éxtasis sostenido por las aguas verdes de un Júcar dormido sobre los reflejos de choperas amarillas. Por entonces me habían adjudicado, en concurso, el premio al boceto del cartel de la Semana Santa de Cuenca. Cartel que, efectivamente, salió con mi firma el año 1958.

Antonio Saura tenía solo 27 años; pero era ya pintor consagrado. Había pasado los dos años preceptivos de noviciado pictórico y revolucionario en París. Ahora, vivía a caballo entre Madrid y Cuenca. En Madrid, en febrero de este mismo año de 1957, había sobresalido formando parte de los fundadores del Grupo El Paso. Fue éste un aldabonazo fuerte y eficaz en el dormido mundo artístico de la posguerra. Un grupo de artistas que habían visto lo que se cocía por Europa y que sentían la necesidad de poner al día el mundo del arte español y de despertar el espíritu crítico en un ámbito social más amplio.

En aquel estudio de la vieja Cuenca, instalado no lejos de la bajada de las Angustias, estaba aquella tarde Antonio Saura luchando con un paisaje al óleo, de dimensiones considerables, quizá de dos metros de ancho. El cuadro parecía estar pintado directamente con los tubos. Tal era su empaste. Muy parco de color; dominaban los ocres y los grises. De una amplia chimenea, fuertemente alimentada por gruesos troncos, salía un calor intenso. Sostenía Antonio muy cerca del fuego su cuadro, buscando que el calor terminara de empastar la gruesa capa de pigmentos. A fuer de experimento, contemplaba luego el efecto del calor sobre el cuadro.

Ya entonces Antonio Saura se estaba ciñendo al uso de dos colores: tierra y negro. Su espíritu espartano y surrealista no necesitaba más. Por el estudio se veían apilados cuadros en los que jugaba el blanco entre negros y ocres oscuros. El largo tiempo pasado, o quizá mi corta memoria me impiden recordar con precisión sus comentarios; pero me quedó grabada su actitud abierta y desenfadada, su sinceridad y su claridad de ideas. Me sorprendió especialmente su inquietud estética y personal, su espíritu investigador y su valentía en el uso parco del color.

Aquel pintor transmitía seguridad. Sabía lo que debía pedirle a sus pinceles. Algo totalmente nuevo y rompedor con respecto a nuestros hábitos estéticos y artísticos de entonces. Aquel estudio te abría a un mundo nuevo en el ámbito de la pintura. Un mundo que respiraba libertad, autenticidad, rotura con los cánones clásicos. Todo allí olía a novedad, a exploración, a experimentación sin límites. Un espíritu recio, profundo, espartano y libre a la vez, salía de cada lienzo. Y Antonio Saura te transmitía un nuevo estado de espíritu, un nuevo sentido de la estética. Un afán investigador sin fronteras. Este era el mismo mensaje que unos meses antes se había publicado en el manifiesto del Grupo El Paso en Madrid. Y esto mismo era lo que Antonio Saura me estaba transmitiendo aquella tarde en Cuenca.

El Grupo El Paso, formado por artistas de muy diversos orígenes y tendencias, duró pocos años; apenas tres. Pero dejó profunda huella en las nuevas orientaciones estéticas de los artistas españoles de la época.

Aquella tarde, en aquel estudio singular de la parte alta de la vieja Cuenca, Antonio Saura me dejó vivencias difíciles de olvidar.

 

 

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